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Proyecto

Cuando pegamos el ojo a la pantalla del dispositivo electrónico emulamos a esos plusmarquistas que salen catapultados de los tacos con la vista puesta en el infinito. Viajamos a tal velocidad por la mal llamada red que el ojo no tiene quien le enrede, ni siquiera cuando una buena fotografía consigue retener unos segundos el impulso arrollador de la locomotora.

La opción de las personas que a continuación presentamos se aleja de esta antología de la prisa, precisamente porque son profesionales de la mirada: el rectángulo como línea fronteriza de lo que pasa dentro y la nada de afuera. Además de su amor por el encuadre, comparten una pedagogía de la imagen capaz de devolverle la vista a un ciego. La misión de esta página es mostrarles un pedazo suyo, pues siguiendo los guijarros que dejan en el camino habremos recibido el mejor cursillo de iniciación posible antes de que su creación hable por sí sola.

Los fotógrafos llevan vidas corrientes hasta que su ojo se cuela dentro de las cuatro bandas del rectángulo; entonces despliegan su verdadera capacidad y para asombro de todos se las ingenian para capturar el vuelo del tiempo antes de que la inercia homicida del reloj haga sonar su sentencia. Aunque cada uno desarrolla su propia faceta, en todos los casos se asiste a un ritual paradójico: emerge una pulsión profunda que aprieta el disparador, pero simultáneamente el artista se volatiliza del lugar, sometiendo todos sus sentidos al chasquido mágico del aparato. En realidad, pocos trabajos requieren una dosis tan alta de aislamiento y empatía, pues solo después de escindirse en retratista y retratado, autor de lo propio y lo ajeno, el fotógrafo conseguirá fundirse con su entorno y transformar el material gráfico en alquimia narrativa.

Esta labor no es tan lúdica como uno tiende a imaginar y, por añadidura, impone una pesada responsabilidad. El fotógrafo es disconforme por naturaleza ya que ni sabe permanecer neutral ante los hechos ni persigue un afán de adoctrinamiento; llamado a ser cronista de las personas que no tienen voz, mira allí donde la oficialidad y la sociedad del espectáculo vuelve su espalda y predica en el desierto, arañándole pruebas inconfesables a la desmemoria, como esas escombreras urbanas que se convierten en verdaderas lecciones de humildad para nuestra envanecida cultura contemporánea.

Más tarde, sigue en vilo el proceso de edición, encontrando significados y asociaciones que permanecían invisibles hasta que la imagen, emancipada al fin, rompe el cascarón. Ha llegado el momento de dar a conocer el resultado de tantos desvelos...

No debe ser nada fácil convivir con un pequeño cíclope colgado del cuello. Para corregir el estrabismo el fotógrafo debe comprender que su destino, como el de su obra, no puede apartarse de su propia visión, y que solo poniendo lo mejor de sí mismo su trabajo aspirará a la perdurabilidad. De sus buenas artes dependerá que las grietas o desconchones de una pared dejen su cicatriz sobre la arquitectura, que la naturaleza se troque en escenario simbólico o el cuerpo humano clame hablándonos con un gesto, una súplica o una mirada. Ellos documentan lo importante y adiestran nuestro ojo vago, pero al final será la conciencia del espectador la que dictamine si esas imágenes despiertan emociones como la pasión, la soledad o el miedo.

La siguiente web está dedicada a seis grandes nombres de la fotografía chilena: Mauricio Valenzuela Hurtado, Fernando Melo Pardo, Mauricio Toro Goya, Zaida González Ríos, Fabián España Ribera y Cristóbal Olivares Araya. Como carta de presentación figura una semblanza de su vida y obra, y en respuesta a nuestras preguntas ellos mismos se posicionan sobre el arte de la fotografía. En los documentales nos acercamos a su faceta más íntima y humana, asomándonos al interior de su casa, acompañándolos en el trabajo de campo o siendo testigos del milagro de la edición. Por último, un repertorio de fotografías seleccionadas personalmente por los autores pone la guinda a esta travesía fascinadora para el ojo humano. La recomendación del Colectivo Rectángulo es que miren y miren sin apresuramiento, porque cuando uno emprende el viaje a Ítaca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias.